Muertes de retaguardia en la Guerra Civil
En el tema de las muertes de civiles durante la guerra civil y el franquismo al parecer está perfilándose un consenso casi general (salvo las excepciones esperables) y las cifras se mueven en un entorno bastante acotado: 40.000-60.000 en la zona republicana (de los que Enrique Moradiellos (1936: Los mitos de la Guerra Civil) señala 6.391 eclesiásticos, que parece una cifra muy exacta basada en investigaciones minuciosas) y de 130.000 en la nacional (los datos proceden del repaso de cifras de Anthony Beevor en su La Guerra Civil Española, de 2005).
Yo nunca he dudado de que hubo violencia, una vez que se desancadenó la guerra (con episodios aislados previos que, en cierto modo, la iban preludiando), en ambos bandos. No voy a discutir que la locura se apoderó de la zona republicana y la desesperación, el caos y la atomización del poder llevaron a todo tipo de excesos, pese a que el sistema o lo que quedaba de él (Azaña o Prieto) hicieron constantes y desesperados intentos por detener la sangre, los asesinatos, la violencia descontrolada, las guerras intestinas, etc. Pero si pensamos en lo que hizo Queipo por Andalucía (o Yagüe por Extremadura), las matanzas que dirigió, consintió y exhortó a que se llevaran a cabo (como en Málaga) no tienen seguramente parangón. Podemos verlo en La justicia de Queipo, de Francisco Espinosa Mestre o en Franco, Caudillo de España, de Paul Preston. Son brutales los discursos de Queipo acerca de erradicar a las alimañas del comunismo. Lo más grave del bando nacional es que en él sí fue sistemático el intento de "limpiar" étnicamente del país los elementos potencialmente desafectos. Es el propio Franco el que lo explica con una crudeza y una naturalidad pasmosa (vid. el capítulo correspondiente en Franco, Caudillo de España, de Paul Preston).
La insistencia de los franquistas de toda la vida y de los revisionistas de hoy en justificarse en el asesinato de hombres de la iglesia tiene desenfoques de base. Es evidente que hubo asesinatos en varios millares, entre 7.000 y 10.000 según las cuentas que se hagan (vid. Moradiellos, ya citado, o La Iglesia de Franco de Julián Casanova). Es evidente también que, sin entrar a si fue antes el huevo o la gallina, la Iglesia como institución, desde los obispos a más alto nivel al último cura de pueblo, se alineaban con los grupos sociales que sostienen a los sublevados. Como la mayoría de los mandos del ejército, casi toda la Guardia Civil y una buena proporción de otras fuerzas policiales. Los curas, como los "señoritos", gentes de derechas, personas de alto nivel económico, etc., respondían al perfil en la zona republicana de "enemigos del pueblo", lo fueran o no. Yo lo que no creo del todo es que lo poco que quedó del sistema, si se le puede llamar así, idease una política genocida deliberada. Pero, sí, hubo descontrolados, el gobierno tuvo una Cataluña independiente parte de la guerra y los grupos de milicianos respondían más a su partido o sindicato que a ninguna otra autoridad. Eso fue especialmente catastrófico en los primeros meses. En este caos se produjeron sin duda sacas, paseos y toda la truculencia que uno puede imaginar. De algún modo se llega a la escalofriante cifra de 40.000 o de 60.000 muertos en zona republicana aparte de los muertos en el frente o en batallas que afectaran a población civil (vid. Beevor).
Pero al lado, en la otra zona, no hubo caos ni descontrol. Todo lo contrario: hubo un férreo control militar de todo, pronto centralizado en las manos de Franco, que dirige las acciones militares y centraliza el gobierno de la economía de guerra que se implanta, con mucho mayor éxito en lo económico y en lo militar que en la otra zona. Aquí, en este bando, los que están caracterizados como "enemigos de España" o "sublevados (que tiene narices)" suele responder a uno de estos perfiles: alcaldes y cargos electos de la República, sindicalistas y afiliados a sindicatos o partidos políticos, maestros (recomiendo vivamente el libro de Mª Antonia Iglesias Maestros de la República), intelectuales de reconocido prestigio (sólo recordaré ahora a García Lorca), los escasos mandos militares que permanecieron fieles a la República (como el abuelo de Zapatero), etc. Aquí la represión sí fue sistemática, sí fue dirigida desde arriba, y se dejó mucho en manos de grupos de falangistas o de requetés, éstos profundamente religiosos y con frecuencia acompañados de crucifijos, capellanes, etc. Y no se puede ocultar que la Iglesia se decantó por un bando, por muy comprensible que parezca, aunque ciertos discursos y soflamas de obispos y demás hoy nos sonrojen (vid. Casanova). El caso es que el propio Franco, en distintas conversaciones, justifica su aparente exceso de calma en conquistar el territorio precisamente en eso, en dar tiempo a "extirpar a posibles elementos desafectos al Movimiento" (vid. Preston). Quería, sistemáticamente, acabar con todos aquellos que habían apoyado o que podían potencialmente apoyar a grupos contrarios al régimen que instauraba con mano férrea. Y tuvieron mucho éxito. Durante la guerra cayeron así entre 90.000 y 140.000 españoles, según las cuentas que ofrecen los historiadores, pero la tarea quedó inacabada y, después de la guerra, cayeron otros entre 40.000 y 60.000 (vid. Beevor).
Yo nunca he dudado de que hubo violencia, una vez que se desancadenó la guerra (con episodios aislados previos que, en cierto modo, la iban preludiando), en ambos bandos. No voy a discutir que la locura se apoderó de la zona republicana y la desesperación, el caos y la atomización del poder llevaron a todo tipo de excesos, pese a que el sistema o lo que quedaba de él (Azaña o Prieto) hicieron constantes y desesperados intentos por detener la sangre, los asesinatos, la violencia descontrolada, las guerras intestinas, etc. Pero si pensamos en lo que hizo Queipo por Andalucía (o Yagüe por Extremadura), las matanzas que dirigió, consintió y exhortó a que se llevaran a cabo (como en Málaga) no tienen seguramente parangón. Podemos verlo en La justicia de Queipo, de Francisco Espinosa Mestre o en Franco, Caudillo de España, de Paul Preston. Son brutales los discursos de Queipo acerca de erradicar a las alimañas del comunismo. Lo más grave del bando nacional es que en él sí fue sistemático el intento de "limpiar" étnicamente del país los elementos potencialmente desafectos. Es el propio Franco el que lo explica con una crudeza y una naturalidad pasmosa (vid. el capítulo correspondiente en Franco, Caudillo de España, de Paul Preston).
La insistencia de los franquistas de toda la vida y de los revisionistas de hoy en justificarse en el asesinato de hombres de la iglesia tiene desenfoques de base. Es evidente que hubo asesinatos en varios millares, entre 7.000 y 10.000 según las cuentas que se hagan (vid. Moradiellos, ya citado, o La Iglesia de Franco de Julián Casanova). Es evidente también que, sin entrar a si fue antes el huevo o la gallina, la Iglesia como institución, desde los obispos a más alto nivel al último cura de pueblo, se alineaban con los grupos sociales que sostienen a los sublevados. Como la mayoría de los mandos del ejército, casi toda la Guardia Civil y una buena proporción de otras fuerzas policiales. Los curas, como los "señoritos", gentes de derechas, personas de alto nivel económico, etc., respondían al perfil en la zona republicana de "enemigos del pueblo", lo fueran o no. Yo lo que no creo del todo es que lo poco que quedó del sistema, si se le puede llamar así, idease una política genocida deliberada. Pero, sí, hubo descontrolados, el gobierno tuvo una Cataluña independiente parte de la guerra y los grupos de milicianos respondían más a su partido o sindicato que a ninguna otra autoridad. Eso fue especialmente catastrófico en los primeros meses. En este caos se produjeron sin duda sacas, paseos y toda la truculencia que uno puede imaginar. De algún modo se llega a la escalofriante cifra de 40.000 o de 60.000 muertos en zona republicana aparte de los muertos en el frente o en batallas que afectaran a población civil (vid. Beevor).
Pero al lado, en la otra zona, no hubo caos ni descontrol. Todo lo contrario: hubo un férreo control militar de todo, pronto centralizado en las manos de Franco, que dirige las acciones militares y centraliza el gobierno de la economía de guerra que se implanta, con mucho mayor éxito en lo económico y en lo militar que en la otra zona. Aquí, en este bando, los que están caracterizados como "enemigos de España" o "sublevados (que tiene narices)" suele responder a uno de estos perfiles: alcaldes y cargos electos de la República, sindicalistas y afiliados a sindicatos o partidos políticos, maestros (recomiendo vivamente el libro de Mª Antonia Iglesias Maestros de la República), intelectuales de reconocido prestigio (sólo recordaré ahora a García Lorca), los escasos mandos militares que permanecieron fieles a la República (como el abuelo de Zapatero), etc. Aquí la represión sí fue sistemática, sí fue dirigida desde arriba, y se dejó mucho en manos de grupos de falangistas o de requetés, éstos profundamente religiosos y con frecuencia acompañados de crucifijos, capellanes, etc. Y no se puede ocultar que la Iglesia se decantó por un bando, por muy comprensible que parezca, aunque ciertos discursos y soflamas de obispos y demás hoy nos sonrojen (vid. Casanova). El caso es que el propio Franco, en distintas conversaciones, justifica su aparente exceso de calma en conquistar el territorio precisamente en eso, en dar tiempo a "extirpar a posibles elementos desafectos al Movimiento" (vid. Preston). Quería, sistemáticamente, acabar con todos aquellos que habían apoyado o que podían potencialmente apoyar a grupos contrarios al régimen que instauraba con mano férrea. Y tuvieron mucho éxito. Durante la guerra cayeron así entre 90.000 y 140.000 españoles, según las cuentas que ofrecen los historiadores, pero la tarea quedó inacabada y, después de la guerra, cayeron otros entre 40.000 y 60.000 (vid. Beevor).
4 comentarios:
Se echan de menos referencias a las citas de Franco, y de las cantidades mencionadas.
Cuales son esas investigaciones minuciosas, donde se puede ver la explicación cruda y pasmosamente natural que mencionas de Franco.
Es que un articulo tan bien esgrimido queda un poco cojo sin mencionar las fuentes. Sin ellas cualquier escrito es opinión.
Un saludo
Tienes parte de razón. Por eso menciono a Moradiellos en el artículo y por ello voy a incluir el resto de fuentes más importante para la redacción del mismo. Saludos.
Pues para mi lo más importante del articulo y que es cosa que últimamente no se recalca; es que todos los actos de barbarie cometidos por el bando nacional fueron premeditados. Es decir mientras que en el bando republicano lleno de gente de muy diversa ideología estos actos terribles fueron en su mayoría fruto de la espontaneidad de una turba enfurecida, los fascistas asesinaban sin escrúpulos y en mayor numero espoleados por sus mandos y su propia esencia agresiva.
En cuanto al tema de los religiosos hay que tener en cuenta que la iglesia católica española no fue imparcial y no se dedicó a la caridad cristiana ni al apoyo espiritual de los combatientes de ambos lados. Se alió mezquinamente con los fascistas golpistas sabiendo que el triunfo de estos les reportaría grandes beneficios y poder social. Luego eran el enemigo y en una guerra al enemigo ni agua.
Mis abuelos lucharon cada uno en un bando, por suerte sobrevivieron los dos y pudieron crear vida nueva y con ella a mi mismo. Yo soy fruto de dos tipos que se pegaban tiros en los años treinta y por mucho que se empeñe Fedeguico, la COPE, el PP y demás escoria de España. No habrá una guerra civil nunca más.
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Prometeo, ya he incluido alguna de las fuentes. Otras son más remotas en mi cabeza y no las he recordado todas. Gracias, Juan, por tus palabras. Como digo en el mensaje, también he tenido un abuelo en prisión porque en el pueblo sabían que era de los que iba a misa y una abuela, maestra, con un proceso de depuración, que acabó en nada, por ser "roja".
La España de hoy permite que mis hermanos y yo nunca estemos de acuerdo en política.
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