Aristóteles, Política (1253a):

"Según esto es, pues, evidente, que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; [....] Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gregario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensaciones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."

jueves, 22 de febrero de 2007

La caverna platónica, las sombras y el esperpento

La política es un espectáculo. La política en una democracia es una puesta en escena. Los actores principales tratan de ganarse el aplauso público. Su función, como en Gran Hermano, es ganarse el apoyo popular para poder seguir en la casa y llevar a cabo sus proyectos. Pero a diferencia de un teatro tradicional, con su patio de butacas, su telón y su escenario, en el teatro de nuestra polis no somos testigos directos de las actuaciones de los protagonistas de la función. Nuestro criterio acerca de lo que hacen, proyectan y discuten está siempre mediado por lo que correctamente llamamos medios de comunicación.
Por ello es fundamental que se comporten de modo leal y democrático. Es inevitable que su intermediación suponga un tamiz. Siempre miraremos las sombras de la verdad, como Platón nos contaba en el mito de la caverna. Siempre miraremos las sombras porque siempre los medios nos expondrán su punto de vista.
Pero hay una diferencia esencial entre un medio que retrata la realidad como honestamente cree que la realidad es, dejando al ciudadano la evaluación de la misma y la evaluación de la opinión que el medio exprese como opinión, y un medio que no retrata la realidad como la ve, sino como cree que es ventajoso para hacer arraigar en el ciudadano una percepción determinada de los acontecimientos, la que conviene al grupo político o social al que quiere promocionar, dejando en un segundo plano la fidelidad a los hechos.
De este modo estamos dos veces alejados de la realidad. No es que veamos una sombra de la verdad, sino que vemos una caricatura, un esperpento valleinclanesco de la sombra de la verdad, una verdad deformada con motivaciones espúreas, o incluso el reverso de la verdad, lo opuesto objetivamente a la verdad.
Los medios que responden al segundo grupo no son medios de comunicación o de información. Son medios de intoxicación o de adoctrinamiento. En los ambientes neocon, gracias a experiencias procedentes del mundo anglosajón, se han ido poniendo en práctica, con éxitos notables en ocasiones, procedimientos sorprendentes de distorsión de la realidad que han sido capaces de ganar suficientes adeptos como para hacerse con unas elecciones, por ejemplo. No importa que las Torres Gemelas las derribara Al-Qaeda. Lo que importa no es la verdad. Lo que importa es que un porcentaje escandalosamente alto de la ciudadanía americana crea, perciba, que Saddam Hussein dio la orden directa... ¿Por qué? Porque esos ciudadanos adiestrados dan y quitan mayorías.
Estas tácticas son muy peligrosas para la salud democrática. La noble filosofía del "un hombre, un voto" muestra el débil flanco de la buena voluntad de los grupos ciudadanos a los afilados dientes de los medios desleales con la verdad. Hoy es posible hacer creer al 29% de los ciudadanos que Zapatero montó los atentados del 11-M para echar al PP del poder, con el apoyo de la policía y la Guardia Civil (que trabajaban a las órdenes de Acebes), el apoyo de ETA, la maniobra de despiste de cuatro moritos, jueces, fiscales, periodistas extranjeros, la SER...
Y ¿con qué medios? Con un periódico que vende mucho (cada vez más), una cadena de radio propiedad de la Conferencia Episcopal en un país de mayoría católica abrumadora, cuatro periodistas sin escrúpulos, el arraigado hastío por el terrorismo, la difícil digestión de una derrota electoral inesperada, el trincherismo de la política nacional (muchos ciudadanos son del PSOE o del PP como quien es del Barça o del Madrid), el atractivo por las teorías conspirativas (cf. el asesinato de Kennedy), la resistencia al poder, la huida hacia adelante y el ataque como la mejor defensa de un partido político que con mayoría absoluta cometió errores de bulto y perdió unas elecciones generales que tenía ganadas y que olvidó que hasta el rabo todo es toro.
Un día sí y otro también debatimos no ya acerca de las sombras de la caverna, sino del esperpento de las sombras del teatro de los sueños en que nos meten medios que están resultando muy influyentes. Sus neologismos lingüísticos pseudocómicos (zapateril, maricomplejines, chequista...) y sus lugares comunes, sus abusos de la historia contemporánea y sus ensoñaciones cotidianas del fin del mundo permean en la sociedad, del mal periodista al político que pesca en aguas revueltas, del líder social al obispo de turno. Un ejemplo bastará para dejar claro a qué me refiero: ayer mismo el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino definía la situación política española actual como “la antesala del totalitarismo”. La discusión sobre esperpentos es lo que vemos hoy mismo también cuando las ministras Salgado y Espinosa han tenido que desmentir una y otra vez que la retirada de la polémica Ley sobre Bebidas Alcohólicas (de la que todo el mundo opina sin haber leído, por cierto) no se ha tramado entre la propia Espinosa y Zapatero a espaldas de la ministra de Sanidad, como publicaba ABC. ¿De qué debatimos? ¿de la ley? ¿o de su esperpento? ¿hace el gobierno una campaña contra el vino? ¿o simplemente incluye el vino en la lista de bebidas alcohólicas porque, vaya, resulta que el vino tiene alcohol? ¿hablamos de si maquinaron o no unos miembros del gobierno contra otros? ¿a quién importa eso? ¿qué base hay para esta discusión y qué interés tiene? ¿Zapetero se rinde a ETA? ¿España se rompe? ¿queremos la verdad del 11-M? ¿el gobierno desprecia a las víctimas de ETA?

2 comentarios:

Sol dijo...

Buenísimo tu artículo. Creo que es un gran acierto recuperar en este contexto la figura de Valle Inclán. Imagina qué esperpentos crearía a partir del gobierno de Aznar y la situación actual. Quién pudiera leerlos, como las crónicas que escribiría Vázquez Montalbán, tan añorado por muchos.

Saludos.

animalpolítico dijo...

Gracias, Candela. Sí, yo también me acuerdo mucho de Vázquez Montalbán, especialmente tras haber disfrutado hace dos o tres veranos de la lectura de su último libro, "La aznaridad". Fantástico trabajo.

Saludos