El futuro que viene sin prisa

Dos almas unidas por el destino. El siempre futurible Alberto Ruiz Gallardón y la esperanza liberal, la presidenta Aguirre. Dos políticos destacados de un partido político con posibilidades de gobierno a medio plazo. Dos estilos, dos ideas.

Él fue presidente de la Comunidad de Madrid y nunca ha ocultado sus aspiraciones a liderar el partido y a liderar los destinos de los españoles, siempre que España no se rompa antes. Pero el aznarismo recela. Y el desprecio y el insulto de algunos predicadores radiofónicos ha llegado incluso al ámbito judicial. Cuando al partido le convino, él hizo un cambio de sillones con ella.

Porque ella fue alcaldesa antes que presidenta. Ella, el ojito derecho de los duros entre los duros, siempre ha ocultado sus aspiraciones a liderar el partido, pero es un secreto a voces que es la candidata ideal para los estrategas radicales que hoy rigen los destinos de quienes están llamados a salvar a España de la destrucción en la que trabaja incansable zETAp.

El horizonte cada vez se ve más claro. El tiempo de Rajoy se termina. De ahí la desesperación de quien naufraga con tácticas que le son ajenas, impuestas precisamente por quienes mañana lo despeñarán acusándolo de blando, si conviene, o de radical, si conviene. Lo único importante es la victoria, no las personas.

Si quienes manejen en 2008 los hilos de la derecha española, diagnostican que la derrota previsible de Rajoy se debe a que ha sido un blando insoportable en su estrategia, un Maricomplejines cualquiera, encontrarán en Esperanza su solución, a falta del añorado mejor presidente de la democracia. Gallardón sería en cambio la medicina si el diagnóstico de esas mentes preclaras es que el fracaso se debe a que el partido se ha dejado llevar por una camarilla extremista y talibánica, lo que ha debido asustar al sensato y sufrido votante hispánico, además de movilizar mejor que la mejor campaña al siempre volátil votante de la izquierda, proclive de modo natural a castigar con rapidez los desvíos de sus líderes de la senda de la siempre añorada utopía.

Mientras el futuro viene sin prisa pero sin pausa, ambas caras de la misma moneda se enfrentan a la enésima muesca en el revólver de Rajoy. La negación de la libertad de expresión a la primera empresa de información del país. Difícil es, parece claro, hacer periodismo libre si uno no es libre de hacer periodismo. Eso sí, Rajoy, justamente en el mismo acto en el que manifestó sentirse muy dolido por las declaraciones de Polanco, ya en lo cotidiano, acusó al presidente del gobierno de actuar en contra de la ley. Ya ni llama la atención. Para algo es libre...

Y, ¿qué hace Gallardón? Opta por un buen camuflaje, como se aprecia en sus palabras. Cuando uno practica la táctica dulzona de decir siempre lo que crees que el otro quiere escuchar, es preciso no soltar prenda ante dilemas envenenados. ¿A quién le gusta un tirón de orejas de todo-el-santoral? Pero su alma pretendidamente centrista y moderada, ¿dónde queda? ¿con el mes de Abril de Sabina? Para liderar un pueblo hace falta algo más que ser español y tener dieciocho años. Hace falta mojarse.

Pero si es por mojarse, que no quede. Escuchad hasta qué punto es feliz la presidenta y lo encantada que está de haberse conocido. Un día menos para Rajoy y uno más cerca para ella. La suerte que tiene de tener razón y libertad. Es que ella... es liberal, y le encanta Libertad digital, o "libertad en el dedo", como la que tuvo el líder natural cuando ungió para el cargo al gallego listo que no se sabe si está subiendo o bajando de la escalera. Esperanza ama la libertad..., especialmente si es ella quien se beneficia, ni que fuera tonta. Esperanza ha descubierto ahora que PRISA no es neutral. Quizá, si sigue tan perspicaz, descubra mañana dónde está guardada la neutralidad de Telemadrid, quizá en el cajón del mes de Abril también. Con respecto a Telemadrid tiene ella, por cierto, la misma potestad editorial que Polanco con respecto a PRISA. Eso sí, ella con el dinero de todos, porque ELLA es libre. Y liberal.

Si tengo que elegir entre Él y ELLA, amigos, no elijo. Emigro.