Maestros de la República
"Alcira 31 de octubre de 1939
Mis queridísimos Aurelia, Gerardo, Miguel, Aurelia y Teresita, mi última conversación aunque por escrito.
Mis pensamientos últimos son para vosotros, nada os digo sino que muero tranquilo. Aurelia, sigue educando a nuestros hijos, con el respeto y amor a todo el mundo como lo hemos hecho hasta aquí. Que crean como les hemos enseñado que hay una Justicia Divina a la que no se le engaña, y es ante la que me veré dentro de poco y me dará el pago que los hombres me han negado. Para qué seguir, anímate Aurelia mía, ten paciencia. De la casa haz lo que creas más prudente; liquida todo y vete a Cuenca, si crees que ahí no podrás vivir; en fin, tu claro juicio te aconsejará. Yo muero tranquilo, pero muy tranquilo.
Aurelia mía, un fuerte abrazo.
Gerardo, cuida y respeta a la santa de tu mamá.
Miguel, no abandones a la mamá y cuídala mucho.
Aurelieta, sé prudente, respetuosa y no desampares a la mamá.
Teresita, quiere mucho a la mamá que ha sido y es una santa, respétala siempre.
Todos, no olvidéis que vuestro padre os velará y ayudará estando a vuestro lado desde la otra vida.
A Juan Manuel, abuela y a todos, mis últimos pensamientos.
Sed buenos.
El último abrazo de vuestro padre y esposo.
José María Morante
(Por la firma veréis mi tranquilidad)"
Documento que pone los pelos de punta, recogido por Mª Antonia Iglesias en su espléndido libro Maestros de la República, Madrid, 2006 (en fotos entre las páginas 224 y 225). José María Morante, maestro de Carcaixent, fue uno más de los miles de maestros asesinados por la sinrazón y la cobardía, con el único delito de haber tratado de educar a sus niños en el respeto, la libertad y el progreso. Fue acusado de masón. Su bondad ejemplar logró que muchas personas influyentes trataran de salvar su vida. Pero no fue posible. La carta la escribió a su familia momentos antes de ser conducido ante el pelotón de fusilamiento. Su cuerpo acaba de ser recuperado y de ser enterrado debidamente.
Mi propia abuela, maestra en un pueblo de la montaña de León, fue acusada de "roja" durante la Guerra Civil. Fue depurada y castigada. Pero las fuerzas vivas del pueblo alegaron ante las autoridades que una mujer que rezaba el rosario con sus hijos, sus muchos hijos, no podía "ser roja". Estos "buenos" informes la salvaron. No todos tuvieron esa suerte.
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