Baile de sonámbulos
En El País leo un reseña acerca de las declaraciones en el juicio de las víctimas del 11-M. El cronista observa que "hay momentos en que lo mejor es no decir nada, sólo guardar silencio y escuchar". Y tiene toda la razón. Es difícil añadir nada glosando lo que ellos dijeron.
Antonio Miguel Utrera nos cuenta: "Lo primero que hice tras la explosión fue llamar a mi madre. Veía a gente deambulando, era como un baile de sonámbulos, muy triste, mucho silencio, la gente caminaba, nadie miraba a nadie, todos miraban a la nada. Era una sensación muy rara, muy rara. Me sentía muy cansado. Quería dormir, era mi primer instinto. Mis padres me seguían llamando y yo lo único que les decía era que estaba muy cansado, no quería que nadie me molestara, estaba muy cansado. Me recogieron y al entrar en el hospital de campaña perdí la consciencia. Como consecuencia del impacto, tuve dos coágulos de sangre en el cerebro, que a su vez me provocaron tres infartos cerebrales, que a su vez repercutieron en mi parte izquierda dejándomela sin movimiento, lo que es conocido como una hemiplejia. También sufro de sordera. El oído derecho lo he perdido completamente y del segundo me reconstruyeron el tímpano. Como consecuencia de la hemiplejia sufro de estrabismo, y a veces veo doble. Sigo tomando pastillas contra la depresión y voy al psiquiatra cada 15 días. Desde entonces, mi relación con la humanidad choca. Me he convertido en un misántropo...
-¿Cuántos años tiene usted?
-Ahora 21, en el momento de los atentados tenía 18..."
Sigue Francisco Javier García Castro. Lo primero que vio al llegar a la estación de El Pozo buscando a María, su mujer, fue un montón de 10 cadáveres, tal vez 15. "Me metí en el tren, la gente pedía ayuda. Yo les decía: ahora vengo, que estoy buscando a María. Sabía que estaba viva porque había hablado con ella por teléfono, pero no sabía dónde estaba. Salté por entre cadáveres al otro lado de la estación. Limpié la cara de un joven al que le estaba cayendo encima la espuma de un extintor. No habían llegado las ambulancias. Había un muro doble de piedra macizo reventado como si fuera de escayola. Y al lado de los fallecidos había un grupito de gente que me miraba en silencio, como diciendo cuándo van a venir a por nosotros. Me llamó la atención el silencio entre el espanto de aquella mañana tan fría. Mi mujer salvó la vida. A las ocho y cinco la vi de lejos por fin. Y le dije a mi hija: ahí está tu madre. Nos abrazamos los tres y lo primero que le dije fue: ¡Qué suerte hemos tenido, María, hemos sobrevivido! Pensé en mi hijo el pequeño que se había quedado durmiendo solo en casa. Mi mujer estaba herida, le salía sangre por un oído, tenía la cara negra y el pelo quemado. Sentí rabia. Una bomba en un tren de trabajadores".
Eulogio Paz es el padre de Daniel Paz Manjón. "Me enteré de las explosiones en el trabajo. Llamé a Pilar [Manjón], le pregunté que qué noticias tenía y me dijo entre lágrimas: Me quiero morir. Llamé al móvil de Daniel. No contestaba. Le puse un mensaje diciendo: Llámame". Luego se marchó al hospital Gregorio Marañón, y luego al 12 de Octubre, y de allí a La Paz. "Llegué al hospital del Niño Jesús a las dos de la tarde. Allí fue donde me di cuenta de que Daniel podía estar muerto. Cinco días más tarde recogimos el cadáver, lo velamos y al día siguiente lo incineramos...".
Antonio Miguel Utrera nos cuenta: "Lo primero que hice tras la explosión fue llamar a mi madre. Veía a gente deambulando, era como un baile de sonámbulos, muy triste, mucho silencio, la gente caminaba, nadie miraba a nadie, todos miraban a la nada. Era una sensación muy rara, muy rara. Me sentía muy cansado. Quería dormir, era mi primer instinto. Mis padres me seguían llamando y yo lo único que les decía era que estaba muy cansado, no quería que nadie me molestara, estaba muy cansado. Me recogieron y al entrar en el hospital de campaña perdí la consciencia. Como consecuencia del impacto, tuve dos coágulos de sangre en el cerebro, que a su vez me provocaron tres infartos cerebrales, que a su vez repercutieron en mi parte izquierda dejándomela sin movimiento, lo que es conocido como una hemiplejia. También sufro de sordera. El oído derecho lo he perdido completamente y del segundo me reconstruyeron el tímpano. Como consecuencia de la hemiplejia sufro de estrabismo, y a veces veo doble. Sigo tomando pastillas contra la depresión y voy al psiquiatra cada 15 días. Desde entonces, mi relación con la humanidad choca. Me he convertido en un misántropo...
-¿Cuántos años tiene usted?
-Ahora 21, en el momento de los atentados tenía 18..."
Sigue Francisco Javier García Castro. Lo primero que vio al llegar a la estación de El Pozo buscando a María, su mujer, fue un montón de 10 cadáveres, tal vez 15. "Me metí en el tren, la gente pedía ayuda. Yo les decía: ahora vengo, que estoy buscando a María. Sabía que estaba viva porque había hablado con ella por teléfono, pero no sabía dónde estaba. Salté por entre cadáveres al otro lado de la estación. Limpié la cara de un joven al que le estaba cayendo encima la espuma de un extintor. No habían llegado las ambulancias. Había un muro doble de piedra macizo reventado como si fuera de escayola. Y al lado de los fallecidos había un grupito de gente que me miraba en silencio, como diciendo cuándo van a venir a por nosotros. Me llamó la atención el silencio entre el espanto de aquella mañana tan fría. Mi mujer salvó la vida. A las ocho y cinco la vi de lejos por fin. Y le dije a mi hija: ahí está tu madre. Nos abrazamos los tres y lo primero que le dije fue: ¡Qué suerte hemos tenido, María, hemos sobrevivido! Pensé en mi hijo el pequeño que se había quedado durmiendo solo en casa. Mi mujer estaba herida, le salía sangre por un oído, tenía la cara negra y el pelo quemado. Sentí rabia. Una bomba en un tren de trabajadores".
Eulogio Paz es el padre de Daniel Paz Manjón. "Me enteré de las explosiones en el trabajo. Llamé a Pilar [Manjón], le pregunté que qué noticias tenía y me dijo entre lágrimas: Me quiero morir. Llamé al móvil de Daniel. No contestaba. Le puse un mensaje diciendo: Llámame". Luego se marchó al hospital Gregorio Marañón, y luego al 12 de Octubre, y de allí a La Paz. "Llegué al hospital del Niño Jesús a las dos de la tarde. Allí fue donde me di cuenta de que Daniel podía estar muerto. Cinco días más tarde recogimos el cadáver, lo velamos y al día siguiente lo incineramos...".
Tras seis intervenciones de este tipo, acompañadas de un silencio sepulcral, con todos los acusados en la pecera mirando al suelo, salvo Trashorras (con quien parece que el sufrimiento provocado no va), el duro e impertérrito juez Gómez Bermúdez declaró, a las 17:23 horas: "creo que necesitamos 20 minutos de descanso"...
12 comentarios:
Sobrecogedor. No sé como el PP ha sido capaz de jugar con el dolor de tanta gente para intentar primero no perder unas elecciones y después ganarlas. Como dices en la entrada anterior ahora vienen con milongas de que ellos no alentaron nuca la teoría de la conspiración. Yo ya sabía que esto iba a pasar. Al final la culpa será de Zapatero.
Es que les ríen las gracias y logran seguir convenciendo a sus fieles. Mientras esto siga así, ellos seguirán con su "Matrix".
Creo que nuestro país sufre un trauma no superado desde aquel día. Yo no he seguido el juicio muy de cerca, porque todavía no soporto testimonios como el de tu post de hoy. No sé cómo se podrá cerrar la herida.
Va a ser difícil, si hay un hecho dramático después del golpe de estado del 36 es el 11M. No sólo por las víctimas que aún nos duelen y nos doleran por mucho tiempo, sino porque vimos como es la derecha en el poder. Se quitaron las caretas y, durante tres días, vimos quienes eran realmente: fascistas manipuladores y crueles, sin gota de compasión ni de misericordia hacia nuestras víctimas, canallas que sólo vieron en el 11M un traspiés para sus intereses.
Y aún será más difícil de olvidar porque durante tres años esa misma gentuza ha hecho de nuestros compatriotas (trabajadores que se levantan bien pronto para llenarles las cuentas corrientes a esa canalla), guiñapos con los que jugar a la confusión y las conspiraciones.
A eso nos enfrentamos, y sólo lo superaremos apartándolos de la vida pública, yendo a votar a la izquierda y choteandonos de su nacionalcatolicismo de hojalata. Y haciendo todo lo posible para que paguen sus responsabilidades.
Salud¡
La herida no se va a poder cerrar, gracchus, es imposible olvidar el comienzo del drama y el desarrollo de la trama.
Y como los protagonistas principales siguen ahí, les vemos la cara cínica y la sonrisa estúpida (¿de qué coño se ríe Zaplana constantemente?) y se la vamos a tener que seguir viendo... pues no vamos a poder olvidarlo.
Y tampoco conviene. Juro que a mí no se me va a olvidar nunca, porque si nos pasa éso, seguirán existiendo políticos de la catadura moral de Acebes, por ejemplo. Y yo eso no lo quiero para mi país ni mis conciudadanos.
Podremos volver a vivir parecido al 10 de marzo de 2004, pero España nunca volverá a ser la que era.
Todavia tenemos la herida abierta muchas personas.
Esa herida no física, pero si en el corazón.
Una herida en la que los primeros auxilios fueron echar sal para hacer mas daño, y que algunos pretenden seguir echando sal para que siga doliendo y amargue.
Aquel gobierno del pp, hoy afortunadamente en la oposición, sabe poco de sanidad.
Necesitamos apoyar a los que sufrieron en sus carnes y en su vida aquel terrible atentado, en parte por justicia y en parte por solidaridad, porque muchos fuimos heridos en el alma.
Un abrazo.
No sólo fueron las bombas de los trenes. Los mil bulos de ese día y de los días posteriores que decían que había bombas en el metro, en las estaciones de autobuses. Una ciudad sumida en el caos físico y psicológico.
Yo trabajaba en el polígono de Vallecas y a diario pasaba por Atocha y por el Pozo.
No pude volver a hacerlo en mucho tiempo.
Yo también estoy herida.
A mi me vais a perdonar, pero no sólo es la cúpula del PP la que apoya su desgraciada actuación en este asunto. Si sólo fueran ellos cuatro, se verían solos solitos.
Todos y cada uno de ellos es culpable de las mentiras y chamullas que llevan saliendo por su boca estos tres años y un mes.
Sí, hay culpa de sobra para repartir. Yo, personalmente, por otras cuestiones podría pasar. Pero esto no se lo perdonaré en la vida. Hay medios en los que no confiaré ya nunca. No es posible. Hay un partido político (en quien nunca deposité mi confianza) al que nunca otorgaré la más mínima credibilidad. Han roto algo en todos nosotros.
No me creo a la AVT, ni al Foro de Ermua, y sospecho de alegatos de si no sé qué libertad o qué dignidad o qué apoyo a las víctimas o qué...
Eso han logrado. El 12 de marzo me emocioné en una manifestación unitaria en Salamanca donde no se podía caminar. No ibas a ningún sitio. Estabas plantado. Cuando comenzó a flojear (ya muy tarde) puede alcanzar la plaza. La sensación era esa de "el pueblo, unido, jamás será vencido". Parece que hoy es imposible algo así.
Eso han logrado.
En la manifestación de Madrid yo llegué andando a Atocha por la ronda de Valencia (cortada al tráfico). No funcionaban los teléfonos móviles (tal era la masa humana). Había gente llenando el Paseo del Prado, Recoletos, parte de la Castellana y, por supuesto, en todas las calles aledañas. Más de un millón de personas (ahí sí éramos más de un millón).
Cuando la mayoría aún dudábamos de la autoría (tal era la efusión de mensajes por parte de los responsables), en la manifestación empecé a ver disidencia: ¿quién ha sido? ... y, hablando con mi madre, que por aquel entonces vivía en Argentina, ella me decía que la prensa allí hablaba de terrorismo islámista.
Efectivamente, Animal, hay cosas que son imperdonables.
Yo el día 12 estaba seguro de que no había sido ETA. Mi mujer dudaba. Mi hermano estaba seguro de que sí había sido ETA. Pero entonces aquello eran dudas genuinas plantadas en nuestras cabezas por quien menos derecho tenía a plantarlas.
PERO ME PARECE AÚN PEOR LO QUE HAN HECHO DESPUÉS.
Yo siempre pienso: si yo todavía no puedo leer estas cosas sin echarme a llorar, a pesar de que han pasado más de 3 años, ¿cómo pueden las víctimas llegar a superar esto alguna vez? Y encima con una panda de cabrones (perdona, Animal, por insultar en tu blog) continuamente poniendo en duda su condición de víctimas, intentando desprestigiarles porque opinan distinto o enviando macabros correos electrónicos para impedir que las heridas se cierren.
Y lo peor es que se irán de rositas...
¡Qué duro, pero qué duro!Como dice
Scout Finch, si nosotros seguimos llorando con esto- yo lo hago ahora- qué no harán las víctimas, sus familares, qué no pasarán?
Buen día -con todo- PAQUITA
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