Aristóteles, Política (1253a):

"Según esto es, pues, evidente, que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; [....] Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gregario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensaciones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."

martes, 7 de octubre de 2008

Asco, caspa, babas y un poco de latín

En los Estados Unidos los periodistas ultraconservadores más casposos han babeado ante Sarah Palin en una actitud poco seria en el ámbito de la política. Una actitud profundamente sexista y denigrante para la mujer. Pues el motivo del delirio que les provoca esta emergente figura de la política norteamericana es que "les pone". Algo que un mamón podría decir en la barra del bar, con cuatro babeantes amigos, o en su casa, con cuatro babeantes familiares. Se ha hablado de sus tacones, de sus sonrisas, de su voz, de sus guiños a la cámara, de su lenguaje de la calle, de su frescura. No han escrito acerca de la profundidad de su ideario, de su preparación (o falta de ella) para el cargo, de la coincidencia filosófica con sus bases o seguidores. No. Han hablado de sus tacones y de su cuerpo joven, fibroso y deportista. Esto no lo podemos borrar de la mente del votante inculto de un pueblo de Montana o del viejo verde de un barrio residencial de Memphis, Tennessee. Lamentable, pero inevitable.

Ahora, yo no puedo tolerar que se juegue a esto desde medios políticos o periodísticos. Me repugna no sabéis cuánto. Me parece moralmente insultante. Mi sentido de la justicia no me permite reirlo ni perdonarlo ni mirar para otro lado. Si encima resulta que incurren en ello supuestos periodistas que tienen a la moral y a la religión en la boca día sí y día también, además me parece digno de una medalla de oro a la hipocresía más estomagante.

El sólo hecho de hablar de políticos varones con su apellido (Rubalcaba, Rajoy, Zapatero, Gallardón) y de políticas que son mujeres con el nombre de pila (Bibiana, Esperanza, Mª Teresa) denota sexismo. Y no digamos nada si llamamos a una ministra "Maleni".

Pero lo de Sánchez Dragó (nacido en 1936, el mismo año, por cierto, que John McCain) y su babeante actitud con Palin, sin duda postiza impostación de medios carcas norteamericanos, me produce náuseas: “la miro y se me cae la baba”. Sí, hijo, sí, lo creo. Pero no entres en detalle, que me asqueas.

Sánchez Dragó es uno más de esos periodistas pseudocultos que proceden de una ideología comunista en su juventud y se han convertido, con la fe típica del converso, al neoconservadurismo más rancio y más próximo a un postfascismo de insidia, calumnia y zafiedad plena. Uno de sus "libros" de referencia y reverencia es Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, publicado en 1979. Consiguió entonces el premio nacional de literatura. El título me suena a pedantería. Y (entre nosotros, que no nos ve nadie) contiene un error mayúsculo. Los dos nombres se refieren a dos personajes míticos de los antiguos tartesios, pueblo prerromano del sudoeste peninsular. Gárgoris fue un antiguo rey que inventó la miel y tuvo un hijo con su propia hija. El hijo se llamaba Habis. Habidis es el genitivo, querido Sánchez Dragó... un poco de latín no hubiera estado mal para un licenciado en Filología Románica. ¿O no iba usted por clase?

Gárgoris y Habis hubiera sido el título correcto. Valorar las contribuciones de Palin hubiera sido el periodismo correcto. Pero usted ha preferido las bajas e innobles pasiones: “sus ideas son conservadoras pero seguiría enamorada de ella aunque dijera lo mismo que dicen Maleni Álvarez, Bibiana Aído, Rosa Regás e incluso, si resucitase, la Pasionaria. Cierto es que se opone al aborto, pero la amaría aunque fuese Herodes. Cierto es que mantendrá a las tropas americanas en Iraq, pero no dejaría de amarla ni aunque fuese tan cobarde como los soldaditos de las fuerzas de ocupación españolas destacadas en Afganistán (…). Cierto es que se declara creacionista, pero nadie es perfecto. Amo a Sarah Palin. No lo puedo evitar”. Pero ya lo conocemos, amigo mío. Ya sabemos que a usted le gustaría mucho que la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, le hiciese “lo que su apellido sugiere”. ¡Qué profundidad de pensamiento! ¡vivan los intelectuales!

Asco, caspa, babas y un poco de latín.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca me gustaron los intelectuales que comen libros y cagan letras.
Y mucho menos los que a los 18 años ni se duchaban para no desteñir de rojos que eran, y ahora da asco escucharlos.
El Canuit

Unknown dijo...

¿Este no era el que se marcharía del país si ganaba Zapatero?.

Blanca dijo...

Este tipejo me da tanto asco, me produce tanto desprecio, que es una pena que no se fuera de España hace ya cuatro años y que nunca más volviera a pisar este suelo que no se merece semejante malnacido.

Y perdona mi enojo, animal, pero este individuo es capaz de sacar lo peor de mi (y de mi léxico).

Antonio Flórez dijo...

Excelente, Animal. Esta raza de pseudoperiodistas, emparentada por fuertes lazos con la de los comentaristas a bulto (como podríamos denominarlos), pasan por ser, además, los portadores de un supuesto soplo de aire fresco en el periodismo.

Su trabajo no tiene más valor que el dinero que le pagan por hacerlo. En triste mercenario se convierte uno cuando sólo aporta su trabajo como mercancía a cambio de un dinero.

Un saludo.