Aristóteles, Política (1253a):

"Según esto es, pues, evidente, que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; [....] Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gregario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensaciones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."

jueves, 11 de enero de 2007

¿Zapatero quiere romper España?



España, una, grande y libre. Hagamos un breve repaso de los momentos en los que la unidad de España "ha estado en peligro". Seguro que ha habido más casos, pero ahora mismo yo recuerdo estos:

a. Durante la república, con la concesión de una muy limitada autonomía a Cataluña y aún menor al País Vasco; los franquistas "nos salvan";
b. Al comienzo de la transición, con el diseño del estado de las autonomías, con aquello del "quesito en porciones"; también es la derecha quien agita el fantasma y busca rédito electoral, aparte de que, quizá, honestamente, crean que deben poner freno a estas evoluciones políticas;
c. 1993-1996: Felipe González gobierna con el apoyo de CIU: en esta época Aznar inaugura una línea que están casi calcando ahora, con artículos de períodico, etc., que podrían volver a publicarse hoy y no lo notaríamos;
d. 1996-2000: Aznar gobierna con el apoyo de CIU y del PNV; la unidad de España "milagrosamente" ya no está en peligro, Aznar "habla catalán en la intimidad" y cede el 30% del IRPF; Fraga habla de "administración única";
e. 2000-2004: mayoría absoluta del PP, España está a salvo y además nos embarcamos en una estrategia de distanciamiento radical del PNV, cuya política define Aznar como "repugnante"; el PNV obtiene mayoría absoluta en el País Vasco. Nunca ha existido tal grado de confrontación entre una autonomía y el gobierno central, pero tenemos una bandera tamaño Guinness en la plaza de Colón;
f. 2004-07: Zapatero gobierna con apoyos de IU y de ERC; España vuelve a estar en peligro, al menos casi tanto como entre 1993-96; hay un entendimiento algo mejor con el PNV y el gobierno vasco, pero no importa, "España se rompe".

Analizando los datos yo veo una constante: la unidad de España sólo está a salvo si gobierna la derecha. O, si queréis, lo decimos de otro modo: cuando la derecha no tiene el poder utiliza el fantasma de la unidad de España contra la izquierda. Es una bandera (nunca mejor dicho) que ellos creen que les viene muy bien en la cosecha de votos por la España cañí. La derecha española ha sido y es nacionalista, y para definirse lo hace con frecuencia por contraste con los nacionalismos periféricos... a no ser que los necesite para gobernar.

En definitiva: la unidad de España no está en peligro; estamos inmersos, eso sí, en un proceso de revisión estatutaria, al que se han subido con entusiasmo comunidades gobernadas por el PP, como Valencia, y, quizá, de algunos aspectos territoriales de la Constitución, para lo que hace falta el concurso del PP, con lo que no os apuréis, ellos nos salvarán.

Simplemente me parece una monserga ridícula eso de que Zapatero se quiere cargar a España, pero hay sectores en su oposición que no cejan en ello como argumento político.

Pero esto mucho más complejo de lo que muchos quieren hacer ver. Yo con estas cosas me acuerdo de Aristófanes. El más grande comediógrafo de la Literatura Griega se dirige en sus obras a todos los niveles sociales. Hace el chiste soez para que se rían los más paletos y hace al lado la más sutil alusión o parodia política o cultural para que se sonría el más culto de sus espectadores. Comprendo así mejor de una forma gráfica que los votantes somos como los espectadores aristofánicos. Algunos necesitaban el argumento de “loh dehcamisaoh” de Guerra. Otros deciden su voto por cuestiones filosófico-ideológicas de más calado. O por intereses, o por un impulso, o… Dado que, al final, en nuestro sistema creemos en lo de un hombre-un voto, no hay más que hablar, los partidos y sus voceros tienen que dirigirse a todas las filas del teatro.
Las fuerzas centrífugas y las centrípetas en el diseño de España podríamos decir que han venido actuando desde, si queréis, antes de los romanos. Los romanos se encuentran un país muy grande, para los estándares del momento, un verdadero mosaico cultural de gentes, lenguas y religiones muy diversas. La primera unión es la forzada por la conquista romana, de gran impacto en la formación de nuestra conciencia nacional, pues nos proporciona la lengua común. Pero hay aquí que puntualizar ya algo. Esta lengua común no alcanza a todos los rincones en un primer momento. No se impone en el País Vasco y, al fragmentarse en la Edad Media, deja de ser común en el resto. El latín tardío hispánico deja detrás el gallego-portugués, el leonés, el castellano, el aragonés, el catalánico (catalán, valenciano, mallorquín) y el mozárabe andaluz (y otros dialectos menores). Siguiendo la historia, tras la Reconquista, se sigue avanzando en una unidad política y social “nacional”. Un momento “estelar” es el matrimonio de Isabel y Fernando, con la unión de la España Atlántica (salvo Portugal, que se terminará perdiendo en el proceso) y la Mediterránea. Con el tiempo el leonés, el aragonés y el mozárabe andaluz desaparecen virtualmente (topónimos, modismos, tonos o dejes, etc. que dejan tras de sí son verdaderos fósiles lingüísticos) ante el empuje de consecuencias centralizadoras del castellano. Incluso en los confines peninsulares más alejados del castellano (Galicia, País Vasco y Cataluña-Valencia-Baleares), este dialecto neolatino hispánico se va asociando con el básico concepto de lengua común para una nación común y surgen (por inmigración o por progresiva adopción lingüística) bolsas cada vez más importantes de hablantes de castellano, empezando por las ciudades, en las zonas donde esta forma lingüística no es autóctona: Galicia, País Vasco, Cataluña, Valencia, etc. Un ejemplo paradigmático es Andalucía: la Reconquista implica movimientos de población y cambio lingüístico: lo que hablan hoy los andaluces es castellano fuertemente influido por un sustrato lingüístico diferente: el habla neolatina de los mozárabes andaluces, extinta.

Desde un análisis de los hechos simplemente histórico los cimientos de todo lo que discutimos hoy en torno a la idea de España ya estaban encima de la mesa cuando se casaron los Reyes Católicos. Seguimos en un proceso de tensiones centrífugas y centrípetas. Evidentemente, sólo es a partir del siglo XIX cuando estas cosas van tomando forma y definición política.

Según la RAE, fuente al parecer de autoridad política últimamente, una etnia, término de origen griego de significado próximo en Grecia, sería una “comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, etc”. Una nación sería un “conjunto de personas de un mismo origen étnico y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. En este sentido, desde luego, para mí, y para el PSOE, España sí es una nación. Pero si aplicamos la misma definición, Cataluña también lo sería. Dejemos la política y veamos las definiciones de los términos. Hay muchos que ponen en duda que Cataluña sea una nación. Y también hay quien pone en duda que lo sea España, como Pujol cuando era socio del PP. A mí me gusta la definición de Tomás y Valiente: “España es una nación compuesta de naciones y regiones”. Cuando se redacta la constitución yo creo que la fruta no estaba madura para esto (aunque Tomás y Valiente estaba en el grupo) y se solucionó con lo de “nacionalidades”. Lo curioso es que el término “nacionalidad” no significa “nación pero un poco menos”. Significa “condición y carácter peculiar de los pueblos o individuos de una nación”. Es decir, yo tengo la nacionalidad española porque mi nación es España. Pero si decimos que Cataluña es una “nacionalidad” de España ¿es diferente a decir que, dentro de España, una de las nacionalidades es la catalana? Creo que no. Y si los catalanes tienen una nacionalidad particular además de la genérica española, ¿no es esto esencialmente lo mismo que reconocer que Cataluña es una nación? En este aspecto, ¿hay diferencias sustanciales entre el consenso del 78 y las discusiones actuales? Más allá del ruido mediático y del debate político más o menos oportunista.

La Historia ha evitado que Cataluña se haya llegado a convertir en una especie de “Portugal mediterráneo” o “Provenza subpirenaica” políticamente independiente. La nación española la ha englobado (fuerza centrípeta), pero el proceso, desde una perspectiva histórica, está “sin concluir”. Lo más probable es que concluya, pero hoy subsisten fuerzas centrífugas más o menos radicales. Éste es el contexto histórico real.

Para mí, lo más adecuado sería encontrar una fórmula satisfactoria para todas las partes, para una mayoría social amplia de todas las partes y del conjunto. “Anclar” esas regiones o nacionalidades o naciones o bandas de amigos o chundinfimpirolas en algo común: la nación española. Pero la convivencia, para poder darse, es mejor que no sea a gusto de una parte. Es mejor que sea a gusto de todos… o al menos de una inmensa mayoría. Los centrípetos podemos ser más o menos comprensivos con los centrífugos. Y viceversa. Yo creo que España es una nación, pero que debe asumir y comprender las características peculiares de amplias zonas del territorio. El arco mediterráneo, además, resulta que es de lo más pujante económica y demográficamente de nuestro país.

Una nación de naciones y regiones. Sí, habrá grupos que no se sentirán satisfechos y querrán la “independencia”, destruir la idea de nación española y desgajarse de ella. Pero esto no lo conseguirán nunca, a no ser que el resto de los españoles queramos. Los nacionalismos son las fuerzas, especialmente las más radicales. Las centrífugas, pero también las centrípetas más recalcitrantes. Para la RAE, nacionalismo es, en primer lugar, el “apego en los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece”. Pero esto lo suscribe cualquiera de nosotros. La segunda acepción es un poco más concreta: “doctrina que exalta en todos los órdenes la personalidad nacional completa, o lo que reputan como tal sus partidarios”. Ahí veo a Pujol y a Ibarretxe, pero también veo a Aznar. La tercera acepción también la vemos con frecuencia: “aspiración o tendencia de un pueblo o raza a constituirse en estado autónomo”.

El PSOE ha tenido un período, creo, de dudas internas. Analizados los usos políticos que la unidad de España ha proporcionado al PP o a la derecha en los últimos años, avanzaré algo sobre cómo veo yo al PSOE aquí. La mayoría del PSOE es española, de nacionalidad y de convicción. En el partido y en sus votantes. Claro. Pero en Euskadi o en Cataluña la sensibilidad hacia estos temas no es homogénea dentro del partido ni con respecto al resto de España. Lo hemos visto con el enfrentamiento Rosa Díez – Patxi López. Otra tensión es la ejemplificada por el par Maragall – Ibarra. Estas tensiones pueden dar la impresión de incoherencia o de bandazos en función de qué tendencia domina más en un momento dado. Pero a veces los cambios vienen provocados por estímulos externos. La actitud del PP hacia el nacionalismo se modificó dramáticamente desde 1996 hasta 2004. Con la mayoría simple, eran muy comprensivos (la necesidad marca). Con la mayoría absoluta, para mí, Aznar, dueño y señor de su partido y de los destinos de España, inicia una deriva: se cambia de táctica en el País Vasco, demonizando al PNV (que además colabora haciendo méritos), sacando la ley de partidos, etc. El PSOE al principio les sigue (“no vamos a ser menos españoles que nadie”) y acuden ambos en plan cruzada de salvación nacional a las elecciones vascas de 2001. Para mí terminan en un gran fracaso. El temor a la victoria constitucionalista alentó todo el voto nacionalista y lo concentró en el PNV. Fue la gran victoria de Ibarretxe: lo mejor para un nacionalista es que le alimenten el victimismo desde fuera. Se interpreta mucho ahora que ha habido en las elecciones del 2005 “una derrota del Plan Ibarretxe” en las urnas porque Ibarretxe ha perdido cuatro escaños. Olvidan que estos escaños estaban prestados por el mundo abertzale por las circunstancias concretas de las elecciones del 2001 y a este mundo han vuelto ahora.

Creo que el PSE y el PSOE analizaron los datos del 2001 más o menos como yo, y en sus tensiones internas cambiaron de líder y un poco de línea: “dejemos que Aznar vaya hasta donde quiera, nosotros nos vamos a quedar por aquí”. Así interpreto sus afanes en recuperar Ajuria Enea, por ejemplo. O recuperar, que parece que es lo que quieren, el pacto transversal con el PNV. Yo prefiero un PNV “anclado a España”, con el PSOE, a un PNV, mayoritario allí, “anclado a la locura” con HB. Muchos de los “cambios” que aprecia el PP en el PSOE son relativos. Son dos barcos que se desplazaron juntos desde posiciones más moderadas dentro de su centripetismo hasta el 2001. Desde el 2001, creo que el PP sigue en su deriva centrípeta, como se aprecia en el hecho de que, pese a que hayan tenido pactos anteriores en Cantabria, Asturias, Canarias, Navarra, Cataluña, España, etc, con nacionalistas más o menos moderados, ahora parece que no son capaces de entenderse con ninguna fuerza. Desde el 2001 el PSOE detuvo su barco y, quizá, dio marcha atrás hacia posiciones menos marcadamente centrípetas, en una actitud de mayor comprensión hacia las posiciones centrífugas, en el más puro afán de compromiso. Esto claro que además lo alimenta la necesidad de acuerdos parlamentarios: en Cataluña, en España, en Canarias, en Galicia, quizá con el tiempo en el País Vasco.

En definitiva, el PSOE no “quiere romper España” ni la “pone en entredicho” como nación. Creo que están buscando un punto de acuerdo para una España en la que una muy amplia mayoría social, en Almendralejo y en Barcelona, en Mataró y en Ávila, en Hernani y en Vigo, esté a gusto, si no es posible que esté “entusiasmada”. De paso, si fuera posible, podríamos tratar de terminar con el terrorismo.

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