Hazañas deportivas

Lo recordaba con una amiga el otro día, con motivo del mitin de Zapatero en el Pabellón de Deportes de la Alamedilla, escenario del acontecimiento...

Mayo de 1987. El Ayuntamiento socialista de Salamanca organizaba muchas actividades lúdicas, deportivas y culturales. Los jóvenes teníamos mil y una ocasiones de participar en todo lo imaginable. O así lo vivíamos.

Yo estudiaba 4º curso en la Universidad y los exámenes empezaban pocos días después. Era una época de absorber todo, de probar, de reir, de llorar, de amar, de jugar, de correr, de bromear... Los humanos somos gregarios por naturaleza, no como las hormigas, pero casi. Esto es precisamente lo que quería decir el estagirita con lo de 'animal político'. Pues bien, teníamos una pandilla, formada toda ella por estudiantes, como era prácticamente inevitable pues era la gente con la que te relacionabas. Una estudiaba Medicina, otros Derecho, otros Filología (Inglesa, Hispánica, Francesa, Clásica, Árabe, Alemana...), o Filosofía, o Químicas, o Físicas, o Historia, o Matemáticas... La pandilla se reunía los viernes por la tarde en el centro, tomábamos algo juntos por ahí, salíamos de noche a veces (no tanto, éramos estudiantes responsables...), nos veíamos el sábado, el domingo... Entre semana me veía sólo con los más cercanos, los que estudiaban en la misma Facultad. Y con mi chica, claro...

Uno de mis mejores amigos era un as con la guitarra, cantábamos de todo, componía sus propias canciones (romanticonas), tenía un estupendo sentido del humor, y tenía las antenas bien puestas para enterarse de todo. Llegó a sus oídos aquello. El Ayuntamiento había organizado la "I Semana de Futbito". Consistía en la celebración, un poco por potenciar el entonces flamante Pabellón (el Ayuntamiento actual lo tiene muy deteriorado, como constatamos hace pocos días), de partidos de fútbol sala 24 horas al día entre equipos de ciudadanos que se apuntaran, a lo largo de una semana, con un trofeo al final, aunque el premio más importante sería el prestigio social meritoriamente ganado...

La verdad es que teníamos un porrón de libros que leer y asignaturas que estudiar, pero los 21 años son así... "¿a que no nos apuntamos al torneo ése...?". De poco servía que no fuéramos suficientes para formar un equipo (hacían falta diez), de poco servía que sólo algunos jugáramos alguna vez al fútbol juntos. De nada servía (zarandajas) que lo nuestro fuera más bien el fútbol en el campo grande, no el fútbol sala. Nada, nada, chorradas. Si le sabes dar una patada al balón y conoces las reglas más o menos eres un futbolista. Todo español varón (y muchas mujeres) es futbolista hasta que se demuestre lo contrario y más con 21 años.

En fin, gracias a los buenos oficios de mi amigo y a la espesa red de conocidos en la ciudad como buen salmantino de pro que era (hace tiempo que no hablo con él, se fue a trabajar fuera), logramos confeccionar una lista de diez para el acontecimiento.

Llegó el sorteo y nos tocó la noche del sábado al domingo a las 4:00 de la mañana. Magnífico. Con lo que teníamos que estudiar y empezamos así... No dedicamos mucho tiempo a entrenar. Más bien ninguno. Total, ¿para qué? ¿para cansarnos? ¿no conocéis aquel viejo dicho de que 'correr es de cobardes'...? Algunos tuvieron que explicar detenidamente el caso a los padres... "Que sí, que es un torneo que organiza el Ayuntamiento, mira la ficha, que sí, que vale, que nos ha tocado a las cuatro, pero en fin, el día siguiente es domingo y..."

El día D me metí en la cama como cualquier noche, hacia la medianoche o poco más. Puse el viejo despertador que se había quedado afónico con el golpe que recibió con el gol de Señor que nos salvó en aquel partido del Mundial de México del año anterior... Lo tenía yo en las manos y acabó rodando por el suelo en la celebración... ¡Qué triste, España cayó en el partido siguiente!

A las 3:15 sonó el despertador, me fui caminando hasta el Pabellón (3 km.) y me encontré con mis compañeros. Mi amigo me presentó allí a cuatro de ellos que no había visto antes. A los otros los conocía, pero sólo había jugado al fútbol con tres de ellos. Mientras nos preparábamos decidimos las posiciones en el campo democráticamente, nadie quería ser el portero, pero al final se arregló.

Todo retumbaba allí, porque, obviamente, no había nadie en el público... Bueno, sí, unas quince personas (supongo que novias o amigos... del otro equipo). Y sonó el silbato del árbitro. Recuerdo carreras, recuerdo jadeos, recuerdo ese dolor en el costado, recuerdo chillidos, recuerdo el silbato del árbitro... todo el tiempo. Recuerdo volver, como en la historia esa de la marmota, una y otra vez a sacar desde el círculo central. Recuerdo, los "ahí", "mía", "centra", "chuta", "pasa", "falta", "mano", "mírame", "estoy solo", "baja", "baja", "baja", "baja"... Yo jugaba de punta, y no recuerdo el balón en mis pies, pero todo iba tan rápido... Tres pitidos finales...

La vuelta a casa no la recuerdo. Me metería en la cama, tras pasar por la ducha, a eso de las 6:30 ó 7 por lo menos. Domingo por la mañana, nos vemos en la Plaza de los Bandos a la hora de los vinos. Nosotros, las chicas, toda la pandilla. Guapos de domingo, con nuestras mejores galas, afeitaditos, etc. Con todo el grupo alrededor le comento a mi amigo... "¿Sabes lo que he soñado esta noche?" "No", contesta. "He soñado que hemos jugado un partido de futbito en la Alamedilla". "Vaya", contesta mi amigo, "yo también, ¡qué casualidad!". Y añade... "y también soñé que nos habían metido un 8-0..."