Cuatro años no son nada

El diez de marzo de 2004 era miércoles, como hoy. La campaña electoral tocaba a su fin. Como hoy. Como hoy las encuestas daban al gobierno como victorioso, aunque mostraban al principal partido de la oposición a pocos puntos de distancia.

La participación no se estimaba especialmente alta. Como mucho parecía que sería de un 70% o poco más. Pero sucedió algo que incrementó la participación al 77% y, como sucede siempre que la participación es alta, dio la victoria a la izquierda, dando un vuelco a las encuestas.

En la mañana del jueves día 11, estallaron una serie de bombas en trenes de cercanías madrileños. Las noticias llegaban confusas. Yo preparaba el desayuno y oía a Gabilondo desgranar las informaciones. Hacia las nueve, cuando se hablaba de unos 15 o 20 muertos, un compañero, suponiendo que el atentado era de ETA, como casi todos a esas horas, me comentaba que el asunto beneficiaría sin duda al PP. Fue el comienzo de una pesadilla de la que aún, en muchos aspectos, no nos hemos despertado. Particularmente los familiares de las víctimas, claro. Pero también la sociedad y la democracia españolas, que aún sangran de esa herida.

Mañana podría suceder algo comparable. Nadie puede estar seguro de que no sea así. En cierto modo, imagino que todos tenemos los dedos cruzados y deseamos con todas nuestras fuerzas que no suceda. Pero podría suceder. Eso sí, esta vez, un trauma semejante no creo que produjera una respuesta política parecida. La participación que se espera, a fecha de hoy, ya es muy alta (75-77%). Es difícil que subiera más.

A nadie se le ocurriría pensar, por otro lado, que un atentado islamista fuera una consecuencia no deseada de una política exterior gubernamental percibible como agresora del Islam por parte de radicales. Una política exterior gubernamental además ardorosamente denostada por la opinión pública.

Y si sufriéramos una acción de ETA, que no se puede descartar, ello no resultaría necesariamente beneficioso para el PP. Porque no pueden sumar ya más voluntades: ya están todas subidas al barco. Los casi diez millones de 2000 (mayoría absoluta) y 2004 (derrota) no parece que puedan crecer incluso en el hipotético caso de que aumentara aún más la participación.

Por el lado socialista, un atentado de ETA no haría a nadie cuestionar a Zapatero y sus políticas de intentar alcanzar una solución final para la violencia terrorista. En todo caso se refrescaría el lamento por la ocasión perdida; nunca achacable a Zapatero, que ha dejado claro que él hizo todo lo posible y más. La culpa recaería especialmente sobre los propios etarras, y, lejos de beneficiar al PP, en el ámbito de las gentes de izquierdas, incluso podría perjudicarle.

Es seguro, por supuesto, que, en el momento mismo del atentado futurible que quieran Dios, Alá y todos los dioses del mundo mundial, que no se produzca nunca, la última preocupación para las gentes de buena voluntad fueran las elecciones del domingo. Pero es que, además, esta vez ello no cambiaría las tendencias. Es mi opinión.