Añoranzas
“Tú estás en la cima porque eres el mejor sin ninguna duda, pero ten cuidado porque en este país hay mucha mala leche” (…) “Estar aquí hoy contigo es un regalo, yo te oigo todos los días” (…) “Si el 2% de este país se asemejara a ti otro pelo nos luciría”. Alfredo Landa a Federico Jiménez Losantos, hace un par de días.
Qué decepción.
Nunca ha sentido gran atracción por las españoladas, ese género cinematográfico definido por el Diccionario de la Real Academia española, como una “acción, espectáculo u obra literaria que exagera el carácter español”. Eso sí, las españoladas clásicas las hay de dos tipos, y de muy distintos niveles de calidad: el primero, de corte folclórico y melodramático, hoy prácticamente relegado a algunos programas de televisión. El segundo, y más extendido, corresponde a la comedia costumbrista, la cual utilizando un humor siempre complaciente trataba de entretener al gran público. De la primera vertiene destacaron bajo el franquismo Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga. Estos jóvenes cineastas, junto a otros como el italiano Marco Ferreri (El pisito 1958, El cochecito, 1960), esquivaron los filtros de la censura y, utilizando las misma convenciones de género que las comedias oficiales, realizaron corrosivas parodias que han pasado a la historia de nuestra cinematografía como obras maestras: Bienvenido Mr. Marshall (1953), Plácido (1961) o El verdugo (1963), por citar algunas de las más destacadas. Ya a finales de los sesenta, la nueva comedia española desembocó en el landismo, un fenómeno que se caracteriza por la comedia de enredo protagonizada por Alfredo Landa, próxima al vodevil, que permitirá un cierto destape (No desearás al vecino del quinto, 1970). A pesar de la relajación de la censura, este cine seguirá utilizando los peores tópicos del español medio: inculto, insatisfecho sexualmente y machista. Esta nueva corriente desembocará en el famoso cine de destape y el clasificado S. Las españoladas de finales de los setenta y hasta bien entrados los años ochenta introdujeron algunas novedades, además del mencionado erotismo, como el humor políticamente incorrecto, generalizándose un tipo de parodia cada vez más disparatada (La escopeta nacional, 1978, El fascista, doña pura y el follón de la escultura, 1982). Desde los años noventa, la españolada parece haber ido perdiendo fuerza, pero en estos últimos años ha surgido un nuevo fenómeno que traspasa las fronteras de lo estrictamente cinematográfico: el torrentismo, del que prefiero, la verdad, no hablar.
Landa durante el landismo encarna, para mí, un contramodelo social. No estoy criticando a Landa como persona, sino a los personajes que escribieron para él. En definitiva, a los guionistas y directores. En cambio Landa en, por ejemplo, Los Santos Inocentes y otras obras maestras, como la adaptación de El Quijote a televisión con guión de Camilo José Cela, o El bosque animado, una de mis películas favoritas, me lo mostró como un actor magistral.
Ahora lo veo como a un señor que añora la España de sus años mozos. Realmente, ¡qué decadencia!, amigo. Le dice a Losantos, ¡a Losantos!, que tenga cuidado con la mala leche que hay en el país...
1 comentario:
No doy crédito, de verdad. Cómo puede haber tanto tonto de los cojones que aún vea algo positivo en una víbora como Jiménez Losantos.
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